Tegucigalpa.- Los estados se han esforzado por establecer silencios históricos, por invisibilizar determinados hechos históricos traumáticos que han desafiado a las élites, y la desaparición de centenares de hondureños en la década del ochenta es justamente uno de los que más ha sido silenciado.
Así lo expresó el historiador y director del Instituto Nacional de la Memoria Histórica, Jorge Amaya, en su comparecencia en el programa Voces contra El Olvido que difunde todos los sábados el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), por la frecuencia de radio Globo.
El COFADEH, en conjunto con el Instituto Nacional de la Memoria Histórica, en el marco del 42 aniversario del Comité, realizaran una serie de actividades en la que se abrirá un espacio para enaltecer la historia, la lucha de todos estos hondureños que fueron desaparecidos por el estado, por el ejército, por la política militarista de los Estados Unidos en aquella época.
“Estamos muy orgullosos de acompañar este esfuerzo, de darle un espacio, una visibilidad a todos estos personajes en una sala que rescate su memoria”, señaló Amaya.
Asimismo, indicó que en la historia ciertos estados se han esforzado por establecer silencios históricos, por invisibilizar determinados hechos históricos traumáticos que han desafiado a las élites.
“A las élites políticas, a las élites religiosas, a las élites económicas, a veces no le interesa, no les interesa que se vean estos ejemplos de dignidad, de patriotismo, de justicia social”, sostuvo el historiador.
Añadió que “nosotros estamos contentos en el Museo de la Memoria de acompañar este espacio, que por fin va a visibilizar desde la historia oficial la participación en las luchas de todos estos hondureños y hondureñas que fueron desaparecidos en los años ochenta”.
Amaya es del criterio que el episodio de la desaparición de centenares de hondureños en la década del ochenta y en los años noventa, es justamente uno de los que más ha sido silenciado.
“Desde el Museo de la Memoria nosotros estamos apoyando todas las acciones del COFADEH, en este sentido de visibilizar la memoria histórica de nuestros desaparecidos, y una de ellas pasa por la fundación de una Sala que va a ser la última que vamos a inaugurar este año, este próximo 28 de noviembre”, reiteró Amaya.
Añadió que “vamos a fundar esta Sala que trata de argumentar cuál fue el contexto en el que se suscitó esa horrorosa violación de los derechos humanos de muchísimos hondureños y extranjeros en los años ochenta en Honduras”.
En la Sala se presentará una especie de síntesis narrativa que va a contextualizar el hecho de las desapariciones y por otro lado también los rostros y los nombres de esos desaparecidos y fundamentalmente va a rescatar esa sala, la sala de los desaparecidos, el valiente papel que acometió el COFADEH y todos sus miembros en los años ochenta y noventa, en la defensa de los derechos de los desaparecidos.
Será una especie de recuento, para que la gente en Honduras sepa la verdad, esa verdad que casi no ha sido contada en los libros de historia oficial y, sobre todo, para que conozca que siempre hay personas, hombres y mujeres valientes que defienden el derecho de la ciudadanía, no solo a convivir en paz, sino también a tener una verdad histórica, a saber reconocer lo que ha pasado.
La política de represión, de violación de los derechos humanos, de desaparición de ciudadanos, no solamente se vio en Honduras, fue una estrategia política apoyada por los gobiernos de Estados Unidos de aquel entonces, junto con las dictaduras militares de los años sesenta, setenta y ochenta.
En Honduras, lo que pretendía esa política de desapariciones forzosas de los ciudadanos era tratar de reprimir a los movimientos sociales y a los movimientos armados también de izquierda, que ante las deficiencias autoritarias de aquellos regímenes militares, querían liberar América Latina.
El COFADEH registra 184 casos de desapariciones forzadas desde finales de los años 70 hasta principios de 9 0; a éstas se deben agregar decenas de desapariciones que nunca fueron reportadas.
Esta cantidad de desapariciones es la prueba irrefutable que la práctica de la desaparición forzada fue una política de Estado durante los años ochenta.