Usando esta frase repetida por los cristianos desde hace más de dos mil años, el secretario general de la ONU António Guterres profetizóen Egipto que “nos estamos acercando al infierno climático con el pie metido en el acelerador”.
La frase nos lleva al aumento sostenido de la temperatura de nuestro Planeta, provocado por la ambición de personas y países depredadores, culpables de la destrucción de todas las formas de vida.
Antes del año 2050, con las emisiones de gases pesados producidos por el carbón, el petróleo y la industria química, el paraguas que defiende nuestra esfera celeste sufrirá dos consecuencias de gran calado.
La primera consecuencia es que esa barrera natural de ozono y otros gases que envuelve nuestra Casa Común resistirá al máximo, pero rebotará contra nosotros.
La acumulación de los gases feroces producidos por los humanos deshumanizados, como el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O), el metano (CH4) y otra serie de gases compuestos de carbono, cloro, bromo o flúor, incrementan la radiación de energía solar hacia los océanos y la tierra firme. Como un invernadero que calienta su propia burbuja hasta destruirla.
Este fenómeno es el que está haciendo largos y calientes los veranos, y copiosos los inviernos, porque las temperaturas de los océanos están cambiando radicalmente la evaporación. El hielo eterno de los polos se desprende, los glaciares se deshacen, el volumen de los mares aumenta en consecuencia y el clima se desordena.
Esa es la primera consecuencia, y la segunda es que la presión de todos esos gases termine con la resistencia del parasol planetario y perfore la capa por todos lados dejando entrar el sol directo sobre nuestras cabezas, chupándonos el agua y la vida a bocanadas.
Todo esto viene a partir de una simple frase del secretario general de la ONU en la costa Sharm de Egipto sobre el mar rojo. Pero esto no es el Armagedón y no es la voluntad de ningún dios encachimbado y cruel. Es la acción concreta de personas y países insaciables. De gente miserable que acumula capital sin parar, y que está dispuesta a perforar Marte inclusive buscando agua para sí mismos o pagarse una nave espacial por el precio que sea y el tiempo necesario, como si fueran los dueños de nuestras vidas. Ese es el capitalismo insaciable, el modo de producción explotador que utiliza fuerzas armadas criminales para mantenerse vivo.
«Nos estamos acercando al infierno climático con el pie metido en el acelerador. Y sólo tenemos dos opciones: la ayuda mutua o el «suicidio colectivo». Eso es lo que lanzó Guterres en la cara de China, Inglaterra, Francia, India, Rusia y Estados Unidos, principales ensuciadores del planeta. Pero no son los únicos.
No son los únicos, porque en países como Honduras la responsabilidad del Cohep, la asociación de mineros, las compañías fruteras, las empresas madereras, de monocultivos y sobre todo esas chatarras productoras de energía con carbón, bunker y las fotovoltaicas, son contribuciones a la destrucción de nuestro planeta desde esta pequeñita parte del globo.
Pero cada cuatro años que la ONU reúne los Estados parte en la Conferencia Climática, como esta que termina hoy en Egipto, la élite decadente de Honduras a través de sus representantes mendiga los fondos verdes de resiliencia a los desastres. Llegan a pedir dinero reclamando estatus de país víctima, sin cuestionar el modo de producir y de explotar nuestros bienes naturales. Aquel narco cínico llegó a la sede de la ONU como dictador a pedir fondos verdes en octubre de 2021 y a vender café, pero en abril de 2022 llegó a esa misma ciudad a la cárcel por traficar cocaína, un negocio maldito que destruye bosques y naciones.
Cada año vemos el desastre en los valles de Sula y el Aguán, en fin, ahora lo vemos en todo el país. La destrucción de las cuencas altas donde existía el bosque y donde nacía el agua dulce, los ambiciosos subieron a plantar café, a experimentar el cultivo de coca, a ordeñar vacas, a explotar dinamita para arrancar minerales y a sangrar los pinos con el cuento de cosechar resina para matarlos, y luego hacerlos madera y metalizar sus troncos.
Con las lluvias cada vez más fuertes y acompañadas de vientos huracanados los suelos no retienen nada y los cauces se enferman, se sedimentan, se hunden e inundan todo a su paso. La gente que eligió los valles para sembrar en buena tierra termina cada año con el agua al cuello. Imposible retener las corrientes con muros o pilas de sacos de tierra o de granito. El modo de producción de esos señores ambiciosos que meten su dinero allá arriba destruye todo aquí abajo. Ese no es dios, no. Ese es, por ejemplo, el grupo armado que hace sangrar los bosques altos del macizo montañoso de Agalta.
Pongan atención, mientras el secretario de la ONU casi lloraba el primer día de la COP 27 implorando que unamos esfuerzos para no perder la lucha contra el calentamiento de la Tierra, para que pudiera nacer el bebé que totalizaría 8 mil millones los terrícolas vivos, ese grupo armado encadenaba los caminos ancestrales de 12 comunidades indígenas Nahuas de Gualaco, Olancho. Ese mismo día otro grupo desalmado cortaba los pinos de Intibucá, Copán y Lempira, tres de los débiles departamentos hondureños masacrados por los madereros.
Así como lo escuchan, estos pulpos con tentáculos extendidos en varios municipios y departamentos de Honduras, demuestran que las armas acompañan siempre al capital y, para citar otro tema de actualidad, que la justicia se controla para hacer avanzar los negocios sin importar los efectos sobre la totalidad de la población.
En el caso del municipio de Gualaco, las industrias resinosas hacen la vida imposible a más de 200 familias indígenas cultivadoras de la tierra en 12 comunidades, siendo las más afectadas San Antonio, Cuaca, Azacualpa, Los Jutes y Camalote. En el caso del Occidente de Honduras que vamos a presentar en rueda de prensa la próxima semana, grupos mafiosos trituran bosques sin control amparados en la impunidad, como lo hacían las empresas de los narcos sentenciados en Nueva York, que arrasaban la tierra sin misericordia de lunes a viernes y rezaban los sábados y domingos en las iglesias cristianas, aleluya!
El la práctica esta destrucción es facilitada por ejércitos privados, títulos supletorios impuestos sobre territorios ancestrales y propiedades indígenas, con permisos ambientales chuecos y con campañas de miedo para expulsar la gente. Es una inversión de capital, como le gusta decir al cohep y a su embajada, que destruye el agua y la vida.
En los territorios asaltados nadie ha podido sembrar sus frijolitos ni el maíz de temporada, nada, todas las familias afectadas están sin sustento y además con sus líderes comunitarios criminalizados. Lauriano Escobar Guillén y Elvin Munguía, del comité ambientalista de Gualaco, por ejemplo, junto a otros cinco liderazgos locales, deben recorrer 50 kilómetros cada semana para firmar un libro donde están acusados por usurpación, daños y amenazas, expuestos al desalojo y a la violencia física en los caminos.
En Catacamas la jueza Yesica Belinda Salgado retrasa la aplicación del decreto de amnistía invocado para estos defensores ambientales indígenas criminalizados, mientras las comunidades demandan a la Municipalidad de Gualaco que prevenga los enfrentamientos comunitarios o los crímenes ambientales como ocurrió en el pasado con Carlos Flores y Carlos Escaleras. Estos dos defensores del gran macizo montañoso de Agalta fueron abatidos por quienes miran siempre los bienes naturales como manojos de pisto y no como el hábitat del reino humano, animal y vegetal.
Si la COP 27 de la ONU en Egipto está diciendo que algo podemos hacer todavía para evitar el infierno climático, y si el gobierno dialogante de Xiomara Castro algo puede hacer para prevenir males mayores, entonces es el momento ahora de ir por la libertad de siete líderes indígenas Nahuas y expulsar los invasores de sus territorios.
Honduras es el país más mortífero para las personas defensoras de los territorios ancestrales y de los bienes naturales de la humanidad. Aquí los “inversionistas” matan. Es también uno de los países más golpeados por la sequía global producida por las emisiones sucias de los países ricos, que sin embargo se niegan en la COP 27 a pagar por “pérdidas y daños”.
Señores, no permitamos la continuidad del racismo sistémico que domina la lógica del capital. Hay que desarmar a los inversionistas del monte que se imponen por sus pistolas. Señoras, hay que insistir a la jueza Belinda Salgado que no le tenga miedo al fascismo azul, ¡que aplique la amnistía!
Como ha dicho el secretario general António Guterres: “Ya no es el momento de recriminaciones. Quedarnos en la culpa de unos y otros es la receta perfecta para la destrucción mutua. Estamos aquí para empujar a todas las partes a ponerse a la altura de este momento y del mayor desafío que enfrenta la humanidad”. Fin de la cita. O nos ahogamos, nos quemamos, nos extinguimos, o vivimos. No podemos hacer las dos cosas.
Buenas noches
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 19 de noviembre de 2022