Por Víctor Manuel Ramos
A Don Anselmo y todos los mártires:
No les vemos pero cantan con nosotros.
-¡Ayúdeme, compa!
Y la luz se escapó,
Como un río turbulento y solidario
Que arrastra al pueblo,
Le saca de su casa
Y le empuja como un tropel
-honda y piedras en mano-
Para enfrentar las balas
Que horadan pechos y pulmones.
Un viejo convertido
En surtidor de sangre,
En bandera de cuchillo solidario
De sangre y desesperado
Silbo de rocío por la libertad.
Se desplomó tu humilde presencia de viejo
Curtido en la miseria y la opresión.
Y desde tus manos, desde tu corazón
Silencioso,
sin palpitar,
alimentas la pasión por la victoria.
Y desde tus ojos abiertos sin retorno
Se escapa la luz
por las calles con una bandera
De esperanza y triunfo.
Tu boca, una oquedad en donde se apagó la palabra,
Sin embargo suena
Como un viento enardecido
De respuesta de alondras
Al quejido bravío del pueblo.
En una concavidad de granito amoroso
Estará tu presencia liberada
Obstinada de belleza patriótica,
-Ahora más segura que nunca-,
Que eterniza tu rojo sol
Y levanta las manos en la gleba, en la fábrica y en el aula
Con el habitado mirar de tus ojos fijos
Que ven el nuevo amanecer
Construido con corazones y vuelo de puños levantados.
Tú oíste el sonido de la bala dirigida a tu pecho,
Y nosotros vimos a la bala alojarse en tu pecho,
Hizo estallar tu humanidad,
Detuvo aparentemente los pasos enfrentados a los tiranos.
Te vimos caer inerme.
Realmente pareció una caída
Pero en verdad te levantaste para siempre
La sangre, un río rojo por la calle,
eleva a indignados y quema sombras de opresión.
Ahora estercolas la tierra,
Diría Miguel Hernández,
Víctima también de otra tiranía.
Ahora estercolas una tierra irredenta,
Y provocas la lluvia, perfumas las hojas,
Te deslizas entre las ramas
Y entre la maleza envolventes del rumor,
Plantas silencios y clamores,
Enciendes hogueras,
lanzas piedras en contra de los opresores
devuelves las bombas lacrimógenas.
afinas la puntería contra el soldado asesino
Tú conoces bien
Por dónde viene la victoria
Y hacia dónde caminas con el pueblo tras de ti.
Como la selva arrolladora.
Vibras como un himno
Y haces escuchar voz en la luz de la hoguera,
luminoso de dolor y angustia.
Tú eres timonel y guía
Para vencer al fusil asesino.
No te asusta el miedo
pero te alegra el susurro de las palomas,
no entristece el crepúsculo tu llamado urgente
más te levanta el amanecer
cuando surge tu voz,
el grito dirigido al corazón humano
al ruiseñor que abrigan los muchachos y las muchachas
y ante el abismo insalvable de la tiranía
el llamado de esperanza: ¡Compa, ayúdeme!
No es por la salvación propia,
Es un ruego, desesperado manantial,
Por una patria liberada.
Porque tú, viejo Anselmo,
Si amas, de veras, esta Honduras.
31 de enero de 2018