El Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), a través de su Coordinadora General, Berta Oliva, hace extensiva las muestras de acompañamiento y solidaridad en el duelo de Samuel Trigueros Espino, ante la irreparable pérdida de su madre doña Yolanda Espino.
Lamentablemente la madre del compañero exiliado y perseguido político, falleció este sábado 11 de septiembre, sumando a las víctimas mortales de la pandemia por el Covid-19, tras varios días interna en el Instituto Cardiopulmonar (EL TÓRAX) de Tegucigalpa.
Esta separación física no ha tenido una despedida presencial de parte de su hijo con su madre, no solo por la pandemia, sino por la percusión política que sufre desde el golpe de Estado el escritor Samuel Trigueros, quien desde hace unos años debió huir a España para salvaguardar su vida.
Adiós, mamá.Mi amor nunca dejará de ser y su amor me acompañará siempre.Me trajo al mundo en un país que me expulsó de su lado y nos alejó físicamente, pero nuestra verdadera patria es ese lugar sin distancias que es la eternidad del amor.Una corona de respeto, admiración y orgullo por su lucha, su valentía y ejemplo.Adiós, mi viejita. Samuel Trigueros Espino
“Mi Querido y Especial Samuel, para uno su madre es el mejor tesoro y lo mejor que uno puede tener, por esa razón cuando se nos adelantan llevan con ellas parte de uno, pero eso le pido que la flor de su espíritu se mantenga firme y luminoso, mi abrazo Solidario”, le expreso Berta Oliva.
Honduras ha perdido valiosas vidas a causa de una pandemia manejada con intereses personales de los corruptos, que ni cuentas financieras dan, ahora amparados bajo su legalidad de secretividad, que lejos de contrarrestar los contagios y muertes, causan más luto en las familias sin posibilidad de una atención oportuna con hospitales dotados de equipo médico humano y técnico.
A la distancia enviamos un abrazo al compañero Samuel Trigueros, que la fuerza y energía de su madre lo acompañen en el duelo y que no esté lejos el día de volver a su patria.
En su red social de facebook, Samuel Trigueros escribió:
He leído todas y cada una de las palabras que desde tantos lugares del mundo me han enviado por diferentes medios por la partida física de mi madre. Sepan que, aunque no he estado en condiciones de contestar una por una sus expresiones, han sido alivio para mí en estos momentos; además de (quiero creerlo) una demostración de que aún hay esperanza en el mundo si somos capaces de sentir el sufrimiento ajeno y hacerlo nuestro por un instante para consolar a quien lo necesita. Se los agradezco mucho, como sé que ella lo agradece -en la dimensión que sea que esté- por consolar a su hijo.
No fue una mujer sofisticada, pero hubo tesoros intangibles en su corazón que enriquecieron mi vida;
su esfuerzo no fue recompensado por la vida más que con el fruto de su sangre, sus huesos y su amor, que somos mi hermana y yo y los nietos que amó, la amaron y amaremos;
padeció abandonos, humillaciones, privaciones, enfermedades y dolores, y a pesar de todo nos dio tanto; en su frente podían leerse los sufrimientos, sus ojos se cansaron y su pecho latía cada vez con más dificultad.
Imagino ese largo camino que recorrió y el agotamiento y no puedo menos que admirar, respetar e intentar honrar su memoria con lo que me quede de vida.
Tiranías políticas, persecución, calumnias que todavía circulan por ahí sobre nosotros (y muchos creen sin siquiera preguntar si es cierto), me obligaron a separarme de ella. A su partida se agrega este peso de saber que pude estar con ella, tomar su mano, verla despedirse desde ese silencio delgado y asfixiante de sus últimas horas, pero eso también me fue arrebatado, no sólo por un Estado canalla, sino hasta por muchos que me decían, falsamente, “mi hermano” y también son causa de este desgarramiento. No guardo rencor para nadie por eso, únicamente tristeza por ellos.
Fue una mujer sencilla, como una flor silvestre, pero no hubo simpleza en ella. Cada gesto, cada acción, cada palabra y silencio, fueron parte de un lenguaje que nos mantuvo unidos en la agitación de las tormentas y nos sanó siempre de las heridas de las zarzas. Ahora la estoy llorando porque es lo único que tengo sin poder retener en el cuenco roto de mi corazón; sin embargo, cada pieza será unida con hilos de oro por el tiempo y con la certeza de que nada que pudiera hacer desde mis precariedades y mi amor quedó sin hacerse. Su descanso será el mío y nuestro amor uno solo, para siempre.
Gracias a todos por su acompañamiento.
Gracias, mamá, por todo lo que fue y será en mi vida.
Gracias, vida, por su vida y por poner los ángeles que necesité para aliviar el dolor físico en sus momentos definitivos.
Ahora está en el abrazo del subsuelo y de su fe, tanto como de mi amor por ella.
Hasta siempre, mamá.