Mañana Honduras conmemora 11 años de un acontecimiento que sólo los cerebros de piedra, la gente aturdida o desnutrida, es incapaz de poner en su justa dimensión.
El Pentágono, apoyado en el Consejo Empresarial de América Latina, el CEAL, y en los lobistas de Bruselas y Washington, impulsó un golpe de Estado al pueblo de Honduras. No a Zelaya. Es importante repetir esto. No a Zelaya. Al pueblo de Honduras.
Repetimos esto no porque abriguemos algún prejuicio contra el ex presidente Manuel Zelaya, nuestro amigo personal y amigo eterno del Cofadeh, y excelente presidente liberal. Lo repetimos porque hay gente discapacitada incapaz de aceptar que desde 1998 el pueblo hondureño ya había tomado control de sí mismo.
Carlos Flores fue incapaz de aprovechar democráticamente el huracán Mitch durante aquél año y los años posteriores. Ese triste político parapetado en cadenas de radio y televisión durante 4 años dejó perder la reconstrucción y la transformación de Honduras.
Flores dejó perder lo más importante, la energía ciudadana que reemplazó al gobierno en la catástrofe. Y al final de sus 4 años, nada le importó más que sobrevivir él con una aureola de divinidad que tapó todos los escándalos de corrupción de su período.
Fue por esas pantomimas y malabares que el escritor Víctor Meza lo llamó Rey Midas al revés, es decir, aquél personaje que convierte en detritus todo lo que toca.
Después de ese lamentable recuerdo vino el golpe de los narcos el 28 de junio de 2009 contra un pueblo que había estallado en ciudadanía, que le había tomado el gusto a la solidaridad local sin esperar nada del gobierno ausente.
Ese pueblo creativo, alegre, menos obediente a los católicos y a los evangélicos, un pueblo más universal, más concreto y consciente de ser libre de pensamiento, empezó a presionar por una asamblea nacional constituyente.
Fue la Coordinadora Nacional de Resistencia Popular que le planteó a Porfirio Lobo en el Congreso, en 2003, que si firmaban el tratado comercial con los gringos era mejor hacer un nuevo contrato social, porque las corporaciones norteamericanas y europeas ponían sus tribunales por encima de la OMC y por encima de las constituciones nacionales.
Lobo se rajó. Pero ese pueblo inteligente, alegre y creativo continuó su caminar. Y se acercó a Hugo Chávez y a Fidel. Y abrazó el ALBA contra el ALCA, el Petrocaribe contra los precios del golfo. Y presionó a Zelaya para que firmara una agenda social retadora con Brasil, Unasur y la Celac. Zelaya había quedado sin partido, sus liberales con Flores Facussé a la cabeza lo habían abandonado. Y aceptó aliarse a la Coordinadora.
Frente a esa determinación de pueblo, el Pentágono y la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, la DEA, decidieron golpear al pueblo que avanzaba hacia la toma del poder político por la vía de la resistencia organizada, que era esencialmente una revolución pacífica.
Después del golpe vino inmediatamente el golpismo, que es la nueva doctrina neoliberal, esa que mezcla minas a cielo abierto, monocultivos genéticamente adulterados, represamiento de ríos, explotación de petróleo fósil, acaparamiento de litorales marinos y paraísos fiscales. Todo eso alrededor de la gran empresa de las drogas, que pone sus alcaldes, diputados y presidentes, y sus ZEDES, es decir sus propios estados.
El modelo narco utiliza además los medios de comunicación, las iglesias, las fundaciones y organizaciones privadas, para ejercer el control mental de la masa e imponer su estupidez colectiva.
En los últimos años un amplio sector de la población hondureña se ha resistido a ese modelo, otro sector se adaptó conscientemente al mismo, y otro decidió marcharse del país, a pie.
Con frecuencia el pueblo caminante ataca verbalmente a los narcos, a los corruptos y a sus asalariados los militares, pero olvida golpear también a la Unión Europea, a los Estados Unidos y a Canadá, que sostienen esta situación.
Curiosamente el pueblo no los ataca, pero atraviesa sus fronteras para trabajar y vivir en sus entrañas, y una vez adentro, reflexiona: nos venimos de Honduras porque tú fuiste a causar nuestros problemas.
Hoy que volvemos a pensar en el golpe de 2009, el otro de 2013, el siguiente de 2017 y el actual de 2020, pensamos en toda la gente valiosa que hemos perdido en estos 11 años transcurridos. La lista del martirio, el éxodo y del exilio, es una lista larga, es un tema pesado.
También repasamos el enorme retraso que sufrimos como sociedad víctima de esas violencias del Pentágono, la DEA y sus fuerzas armadas locales. En términos de condiciones de vida estamos 100 años atrás de naciones próximas a nosotros, ni siquiera hablamos de comparaciones con sociedades europeas o norteamericanas. Estos miserables nos han obligado al retraso, mientras hacen florecer sus pinches negocios.
Los derechos a la salud, a la educación, a la alimentación y a la cultura fueron reemplazados por armas, policías y chafas, y esa inversión de prioridades nos tiene actualmente en la pandemia del coronavirus con las manos arriba, esperando la muerte.
El día que busquemos a los culpables de esta tragedia sabremos bien dónde encontrarlos, empezando por ese Congreso Nacional que tiene en vilo al país en una situación de limbo jurídico por culpa de los narcos corruptos, miserables.
Sin embargo, mientras llega ese momento de ajustar las cuentas debemos cumplir algunas tareas. Tenemos que seguir trabajando en una espiritualidad alternativa fuera del monopolio evangélico pentecostal y católico romano. Una espiritualidad que nos mantenga conectados a la Tierra, a la Naturaleza, a nuestros valores, a la razón y a la alegría. Seguir en una espiritualidad triste, bulliciosa, pistera, sumisa, descerebrada, es inaceptable.
La tarea de la organización popular de base no debe ser desatendida ni los procesos de comunicación alternativa en paralelo a los antiguos medios hegemónicos. Pero en medio de este caminar es preciso reconocer que todo lo que hacemos es político. Y que, por tanto, cuando los políticos de oficio aparezcan, les enseñemos a construir poder popular antes de empujarlos a las chambas de gobierno. Hemos perdido buenos políticos para el poder, por apresurarlos a un salario de gobierno.
El poder somos nosotros. Y hay que estar conscientes suficientemente de ello. Creerlo. Asumirlo.
Asumamos esta noche el desafío de seguir a pesar de los narco corruptos, de sobrevivir como sociedad y como pueblo a pesar del golpismo, y a reorganizar nuestra casa como nos merecemos.
Esto no es soñar, esto es ahora.
Con su permiso!
Editorial Voces contra El Olvido, sábado 27 de junio de 2020