América fue, es y será grande y fraterna

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Imagen: Allan McDonald’s – Rel UITA

Carlos Amorín l Rel-UITA

Para no ensuciar estas letras, evitaré el nombre propio del presidente de Estados Unidos, el mismo que ha montado una maquinaria de deportación en ese país. Es un engranaje aceitado por más de un siglo de políticas fluctuantes, discursos de miedo y una persistente miopía voluntaria sobre las raíces profundas de la migración.

El lobo de América

Desde la guerra con México (1846-1848) que culminó con la anexión de vastos territorios mexicanos al mapa de Estados Unidos¹, la lista de sus intervenciones militares en América Latina es interminable, en la cual habría que agregar centenares de operaciones encubiertas de desestabilización, el apoyo a dictadores corruptos y asesinos, el entrenamiento de oficiales de los ejércitos latinoamericanos en tácticas emanadas de la “Doctrina de Seguridad Nacional” (léase torturas, desapariciones forzadas, escuadrones de la muerte, etc.).

A ello hay que sumar también la estrategia de dominación económica, la extracción de recursos naturales, la marionetización de la política mediante oligarquías cipayas y un largo etcétera cuyo resultado es la balcanización y el empobrecimiento crónicos de América Latina, visualizado por los gobiernos estadounidenses como “nuestro patio trasero”.

Entre la espada y la pared

El empobrecimiento extremo de millones de seres humanos ocasionado por esa política imperial ha generado enormes contingentes de desesperanzados dispuestos a desafiar la muerte para obtener un retazo de vida, de supervivencia, porque el hambre ya los ha condenado a una muerte civil mientras aguardan la física.

Los que consiguen cruzar la frontera son utilizados como mano de obra barata, casi siempre sin registro, sin cobertura social de ningún tipo, sin derechos laborales, sociales, culturales o políticos.

Los expulsados de sus propios países por el sistema perverso de dominación gringa con cómplices locales, contribuyen con su trabajo al enriquecimiento del sistema que los condena. La gran boca de la hipocresía estadounidense los mastica, los exprime, los vacía, pero no los traga.

El chivo expiatorio

Al asumir en enero pasado, el nuevo presidente liberó al cancerbero de las deportaciones, confortando con eso a lo más retrógrado de su electorado: xenófobo, clasista, racista, aterrado e ignorante. Los problemas generados por el capitalismo modo yanqui, o sea sublimado al rango de religión, ya tienen culpables: los “sucios, corruptos, delincuentes, abusadores inmigrantes”.

La Immigration and Customs Enforcement (ICE) opera con una autonomía absoluta, realizando redadas que siembran el pánico en barrios y lugares de trabajo. Hombres y mujeres que han echado raíces durante años, viven bajo la permanente amenaza de la detención y la expulsión. Una realidad distópica.

Como lo dice el corrido de los sinaloenses Los tigres del Norte, “Yo no crucé la frontera / la frontera me cruzó”².

Desengáñate señor del jopo de yeso naranja, la vida siempre volverá por sus fueros, la dignidad retoñará aunque la entierren, la historia regresará por justicia: los que hoy escupes con retórica hitleriana mañana mirarán pasar tu sepelio con indiferencia, afanados en seguir construyendo la esperanza y la alegría.