Por Sandra Rodríguez, periodista de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y defensora de DDHH.
No es fácil abandonar la patria. Es dejar la cultura, el idioma, el trabajo y en muchos casos la propia familia.
Esa situación de desarraigo, de exilio, fue la solución drástica que tuvieron que asumir periodistas en riesgo por ejercer la profesión. Su trabajo era incómodo para los grupos de poder que se sintieron atacados por voceros de la verdad.
El último reporte de la Red Voces del Sur, detalló que 205 periodistas se vieron obligados al exilio en Latinoamérica entre 2022 y 2023, especialmente originarios de países señalados por conflictos geopolíticos.
Honduras, que si bien no figura entre países con guerras civiles, tuvo que dejar ir a grandes hijos e hijas porque si se quedaban en casa los mataban. Sin embargo, “nunca el filo de un machete puede cortar el perfil de una pluma” escribiría el periodista Paulino Valladares, una frase que se leía hasta hace 20 años en la Escuela de Periodismo de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (EP-UNAH).
El exilio de periodistas hondureños se ha convertido en una triste y dolorosa realidad en los últimos años. La crónica de su partida de la patria se teje con amenazas, persecuciones y la necesidad de salvaguardar sus vidas, lo que les ha llevado a abandonar su cultura, idioma, trabajo y, en muchos casos, incluso a su propia familia.
Un testimonio de lucha por la justicia
En ese mismo escenario, pero en el año de 1982, lideraba la formación periodística Óscar Reyes Baca, hasta que fuerzas represoras allanaron su vivienda, lo torturaron, apresaron y finalmente se fue a vivir a Estados Unidos, cuando se supone que iniciaba la “era democrática” que dejó un saldo de más de 200 detenidos desaparecidos y asesinados políticos.
Reyes Baca, director fundador de la Escuela de Periodismo, fue atacado bajo la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional (contrainsurgente). Recibió el apoyo de sus colegas, pero no así la protección necesaria para seguir en Honduras.
En el exilio pudo ejercer el periodismo desde la congregación religiosa a la que se integró, siendo el director por 20 años del periódico católico “El Pregonero”, de la Arquidiócesis de Washington DC.
En 2008 presentó una demanda millonaria contra el Estado de Honduras por los daños y perjuicios causados a él; a su esposa, Gloria Flores y otros familiares, “por medio de las Fuerzas Armadas y sus dependencias”, denunció el periodista. Este caso ya fue aceptado en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Desde el exilio, Óscar Reyes Baca evidenció a sus torturadores militares y policías, mencionando al coronel Juan Evangelista López, ante la Corte Federal del Distrito Sureste de la Florida.
Sin castigo, los hechos se repiten
Honduras vivió una etapa que se creía en el pasado: se ejecutó desde el poder político-militar-empresarial un golpe de Estado el 28 de junio de 2009. El pueblo exigía desde las calles la restitución del orden constitucional, naciendo allí la Resistencia Popular.
Iniciaba con ello el rescate de la memoria histórica desde la trinchera posible, pero hubo una voz que se extendió a millones de personas a través de “la gran pantalla de la radio”, el periodista Félix Antonio Molina, en punto de las ocho de la noche, convocaba desde “cualquier lugar” a través de radio Globo y posteriormente a otras radios comunitarias.
La hostilidad post golpe se extendió por 12 años y nuevamente el éxodo de periodistas se activó. Las razones fueron por cierre de espacios informativos, vinculaciones políticas, atentados criminales, amenazas a muerte y cárcel.
El asesinato de la reconocida defensora indígena, Berta Cáceres, el 2 de marzo de 2016, impactó en la comunidad nacional e internacional. Ella se opuso a la construcción de una represa hidroeléctrica sobre el río sagrado del pueblo originario Lenca. Molina daba cobertura a la resistencia autóctona en Río Blanco, Intibucá, y desde otras latitudes de proyectos extractivos.
Justo dos meses después, el 2 de mayo de 2016, el periodista fue víctima de dos atentados cuando se dirigía a la radio comunitaria RDS, en Tegucigalpa.
El primer hecho se dio cerca del mediodía. Molina lo narró en sus redes sociales; pero el segundo atentado -al anochecer- le impidió llegar a la cabina radial. El taxista que lo transportaba informó a la radio Globo, camino al hospital.
Desde el exilio, donde vive hace seis años, Molina relató que tiene cuatro cicatrices de la bala que atravesó sus dos piernas y recuerda que un agente del FBI le dijo en la sala de urgencias del hospital: “en ese semáforo del hotel Clarión donde usted fue atacado opera una célula de crimen organizado vinculada a las violencias nacionales”. Desde el año 2012 él era perfilado por la estructura que perseguía a Berta Cáceres.
Molina radica en Canadá desde el 20 de julio de 2016, y nos dice que el exilio es romper con la historia que uno ha construido en su país de origen. No es un juego de comodidades ni de caridades; no es un ascenso social.
“Aunque bajo la superficie de mi piel y en el fondo de mi conciencia el periodismo continúa fluyendo, en realidad he decidido hacer una pausa larga para encontrar otras vertientes de las Humanidades”, narró el periodista alejado de su tierra natal.
La impunidad que impide regresar
Karla Zelaya es una periodista que se dedica a documentar casos territoriales en la zona del Bajo Aguán, escenario que supera las 150 muertes en el marco de un conflicto agrario en los últimos 15 años. Por esta situación fue raptada dos veces – en una ocasión reconoció a un paramilitar que ella había denunciado-, además de la persecución y amenazas a muerte.
Con mucho miedo y para sobrevivir junto a su familia, debió abandonar el país. “Me vi obligada a venir al exilio por la situación de riesgo que se encuentra la región del Bajo Aguán, una zona muy conflictiva, donde a diario se cometen violaciones a derechos humanos, asesinatos a campesinos y criminalizaciones”, declaró Zelaya.
Salió de Honduras el 2 de marzo de 2021, cuando trabajaba en un proyecto humanitario en el departamento de Colón, costa atlántica hondureña. Luchó de cerca con líderes campesinos del bajo Aguán, también víctimas de la inseguridad, desplazamiento y sicariato.
Estar ligada a grupos de defensores en riesgo le permitió ser beneficiaria de Medidas Cautelares otorgadas por la CIDH en 2016 junto a 31 personas más; sin embargo, el Estado no hizo mayor esfuerzo para protegerlos; incluso Berta Cáceres y el dirigente José Ángel Flores, fueron asesinados teniendo Medidas de Protección.
Sin condiciones de sobrevivencia
En septiembre de 2017, la UNAH fue allanada por la Policía Nacional ejecutando un desalojo de líderes estudiantiles que mantenían una prolongada manifestación. El ataque derivado en tortura y aprensión alcanzó a la periodista Tomy Morales, quien ya padecía problemas respiratorios.
Su labor periodística en temas de derechos humanos la colocó en la mira del aparato estatal. La situación se volvió estresante, tenía continuo seguimiento, perfilación y vigilancia. “Recibía llamadas telefónicas que sólo dejaban escuchar ruidos extraños”, pero nada de esto era delito, le dijeron en el Ministerio Público, según declaraciones de Morales.
El exilio le ha implicado aislamiento absoluto, un cambio total y la condición de no poder ejercer el periodismo porque “solo puede trabajar de interna” como le llaman a las trabajadoras domésticas. Desafiando el futuro, Morales, que debe apoyarse de un tanque de oxígeno, aprovecha el tiempo estudiando idiomas y otros cursos posibles, para en un futuro retomar su profesión.
Tenía miedo de ser un “homeless”
Ronnie Huete es un periodista que pudo retornar del exilio en la época reciente, amparado en el Decreto de Amnistía PCM 04/2022 que emitió el gobierno de Xiomara Castro el año pasado.
En el periodo post golpe, Huete salió dos veces al exilio, una por calamidad económica y la segunda por persecución política. En mayo de 2017, dando cobertura a las acciones estudiantiles universitarias, fue apresado junto a otros jóvenes y acusado con falsos cargos.
“Tuve que salir al exilio a Estados Unidos, aprovechando que tenía visa, pero no fue fácil vivir en una soledad perenne, se siente como un luto de que cada día muere un familiar cercano, es una tristeza indescriptible”, relató Huete.
“Tenía miedo de quedar como homeless, nunca quise ser un indigente, condición muy común en EU”, contó Huete con la voz entrecortada y lágrimas asomando en la conversación.
Mientras Huete camina con su mochila en el hombro, en la palestra pública se debate la legalidad o no de la Ley de Amnistía Política que beneficiaría a unas 500 personas en el exilio, judicializados entre el 28 de julio de 2009 y el 4 de febrero de 2022.
¿Qué impide que vuelvan del exilio los periodistas?
“Me hacen a menudo esa pregunta creyendo que las condiciones están dadas”, dice el periodista Félix Molina. La propia presidenta Xiomara Castro ha repetido que “el poder lo siguen teniendo los mismos que saquearon el país”; es decir, los criminales.
Por ahora, Molina comparte la nueva patria con sus hijas, donde ha construido progresivamente nuevas redes humanas y espacios de integración. Volver a Honduras, puntualizó el periodista, “no es una decisión emocional. No es fácil siquiera contestar esta pregunta”.
Mientras tanto, Karla Zelaya, viviendo en el exilio se convirtió en madre por segunda vez, lo que aumenta el temor de regresar “porque las estructuras criminales no se tocan el alma y todo queda en la impunidad”, dijo.
En el exilio, Tomy Morales encuentra mayores condiciones de seguridad social y salud. No cree que pueda volver; sobre ella aún pesa la persecución judicial. “Debo aprender a vivir con el dolor”, expresó Morales, no sólo en referencia al físico sino al emocional que le causó ser periodista en Honduras.
El retorno del exilio para los periodistas hondureños no es una decisión fácil. La impunidad que rodea a los crímenes en Honduras, así como la falta de garantías para su seguridad, continúan siendo un obstáculo para su regreso. Sin embargo, mantienen la esperanza de que algún día puedan volver a su patria y continuar su lucha por la justicia y la verdad.
Anhelos y realidad
Descrito de diferentes maneras y desde varios países solidarios que acogieron a periodistas de Honduras, el exilio no fue una decisión fácil, sin embargo, encontraron otras formas de sobrevivencia con el anhelo de regresar a una patria que los abrace con la misma ilusión que tenían al iniciar sus carreras.
Lo más extremo del exilio, es que dejan de ejercer el periodismo y deben hacer labores alejados de su profesión. Hay víctimas con secuelas de angustia, ansiedad y agudiza problemas de salud, relató Carmen Martínez, psicóloga que ha tratado estos casos.
Por otro lado, también hay periodistas que encontraron oportunidades de fortalecer sus conocimientos profesionales, aprendieron idiomas y otras alternativas de trabajo, sin dejar el miedo por seguir ejerciendo en el campo de la comunicación.
* Este trabajo es el resultado de la participación como becaria en el Taller de Periodismo de Investigación, impartido con apoyo del Programa Internacional para el Desarrollo de la Comunicación (PIDC) de la UNESCO, que promueve el desarrollo de los medios de comunicación en los países en desarrollo, los países en transición y los países en situación de conflicto o posconflicto. Sandra Rodríguez tiene 18 años de experiencia en la comunicación popular a través de la radio, medios digitales y redes sociales, donde comparte historias de personas que luchan por un mundo posible.