A PROPÓSITO DE “ARGENTINA 1985”

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Hoy bien podríamos ocuparnos de la violencia de Zambrano y de sus colegas del partido de JOH en el Congreso, o de esa campañita ridícula de los cristianoides contra lo que llaman “ideología de género”, que en realidad es un ataque atroz a la doctrina de los derechos humanos.

Hoy sería igualmente una ocasión perfecta para retomar el supremacismo blanco inglés que ha comenzado a enviar 500 migrantes demandantes de asilo a una prisión flotante ubicada al suroeste de la Gran Bretaña, y por qué no exponer el supremacismo de ese gobernador de Texas que ya provocó con sus boyas gigantes en el Río Bravo la muerte de dos migrantes, uno de los cuales era compatriota nuestro.

Sería un día magnífico para advertir a Perú y Ecuador que, mientras más ocupados militarmente estén por el Comando Sur de Estados Unidos, como en efecto así sucede, más cerca estarán de la brutalidad y la violencia de las bandas criminales del narcotráfico.

Todo está conectado como en Honduras y México. La represión contra la insurrección de los pueblos profundos del Perú después del golpe de Estado al profesor Castillo, que sigue secuestrado en Lima, y el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio en Quito por narcos conectados al cartel del Chapo en Jalisco, está relacionado con ese negocio estadounidense de debilitar Estados para luego ponerlos al servicio del crimen organizado.

Perú y Ecuador van a reemplazar la producción y el procesamiento de drogas hecho antes por Colombia y Paraguay, entre otros, y van a heredar esa brutalidad de bandas y carteles que destruyen las instituciones del Estado de Derecho y aniquilan la tranquilidad de la población.

Honduras perdió en los últimos 30 años más del 30 por ciento de su población, ya sea por la vía de los homicidios violentos o por la emigración forzada por el miedo, la extorsión y la dictadura narco-corrupta instalada por Estados Unidos en 2009, para facilitar las operaciones de los Cachiros, los Valle, los Hernández y del Chapo.

Esa dictadura se comió a mandíbula batiente lo que teníamos de Estado de Derecho, con total complicidad y ayuda del Departamento de Estado y todas las agencias policiales y de inteligencia, que eligieron y reeligieron al dictador que ahora juzgan en Nueva York como uno de sus capos mayores.

Por eso nos causan rabia todos estos arlequines empolvados y diputaditos sanguijuelas que conspiran contra el gobierno popular de la primera mujer presidenta de la historia hondureña, que debe enfrentar la reconstrucción total del Estado a causa de ese modelo poubelle implantado por el imperio consumidor y lavador que cínicamente elabora listas de corrupción y rankings de derechos humanos.

Todos esos temas son importantes de abordar en un programa de promoción y defensa de los derechos humanos, pero domina más la provocación que han lanzado con insistencia esta semana los corruptos generales Romeo Vásquez, Hung Pacheco y otros golpistas destructores de las fuerzas armadas de Honduras.

Sin hablar de ellos, pero sí de sus colegas de 1985, esta semana asistimos a la presentación de la película Argentina 1985 en la Sala Francisco Salvador de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH. Nuestra compañera coordinadora Bertha Oliva reflexionó sobre ese tema durante la velada.

Lanzada este año, la película narra el juicio a la junta militar de los canallas Videla, Galtieri y Massera, que sometieron a ese país a una dictadura atroz burlando los derechos humanos, torturando, desapareciendo gente inocente, creando un ambiente de miedo y utilizando a Mario Kempes para meter goles en el mundial del 78 a fin de ahogar los gritos de las víctimas.

Basada en el intento de un fiscal de responsabilizar a los líderes militares del país por las atrocidades cometidas, la película se centra en Julio Strassera, un fiscal que se apresura a compilar evidencias pero que se ve obstaculizado por las autoridades cómplices, a menudo hostiles, y por abogados chafistas. Strassera se ve obligado a utilizar una asistente sin experiencia y a jóvenes estudiantes de derecho sin experiencia, que resultan ser un equipo brillante.

A lo largo de la película, el equipo también se enfrenta a amenazas de violencia directa, retratando efectivamente la persecución y las amenazas, como esa carta de la Marina con una bala adjuntada en el sobre que recibe el hijo menor del fiscal.

Durante la parte más intensa del juicio, los testigos describen sus secuestros y torturas. Algunos dicen que sus hijos o hijas fueron secuestrados y nunca más vistos. Parte de este testimonio es muy difícil verlo en la pantalla, porque el director lo maneja con tacto, considerando las heridas aún abiertas. El director se centra en los rostros de los testigos y, ocasionalmente, en los rostros de los jueces mientras escuchan.

A pesar de ocuparse de un tema muy serio, la película tiene momentos de humor, por ejemplo cuando Strassera revisa una lista de posibles abogados a contratar y los clasifica por su dosis personal de fascismo. No facho, más o menos facho, muy facho.

En general, Argentina 1985 muestra lo difícil que es luchar contra la autoridad y el autoritarismo militar. Strassera sabe que hay dos juicios en curso; uno que se lleva a cabo frente a los jueces y otro que se hace en los medios para la gente de Argentina. La película utiliza la madre del asistente del fiscal como representante de ese tribunal invisible de la opinión pública. Strassera cree que nunca podrá cambiar la opinión de la doñita conservadora, porque viene de una familia militar, y apoya a los chafarotes sin cuestionamientos, pero al final la cosa cambia.

Viendo a los testigos narrar las atrocidades por siempre censuradas, la madre del joven fiscal admite que esas barbaridades no estuvieron bien, y por supuesto, no pudieron estar bien, porque fueron crímenes contra la humanidad. Fueron millares de jóvenes argentinos pasados por las armas de esos canallas cobardes de la operación Cóndor, alumnos de la Escuela de las Américas.

El veredicto final de la película puede no ajusticiar a los responsables, pero deja abierta la lucha del pueblo argentino recuperando su democracia durante 40 años continuos hasta nuestros días.

Bertha Oliva, presente en la exhibición la noche del viernes, dijo precisamente que estuvo en febrero en Buenos Aires para recibir el premio Mignone y que allá conoció personalmente la antigua Escuela de Mecánica de la Armada, sitio de ocultamiento y torturas, convertido hoy en una ciudadela de amor y de justicia. Ahí funcionan el ministerio de derechos humanos, la radio y la televisión de las Abuelas de la Plaza de Mayo, entre otras instituciones de Memoria, de justicia y de reparación.

Dijo, además, que la película hace pensar la situación de Honduras donde un grupo de militares entrenados por torturadores argentinos, israelitas y de la CIA, aprendieron a desaparecer y a matar personas en este país. Y que esos militares del 3-16, los que aún no han muerto, no han rendido cuentas a la humanidad. Sus crímenes siguen vigentes, esperando ese día que se decidan a confesar, a revelar y a purgar sus penas.

Argentina es un modelo en América por sus numerosos juicios aún abiertos contra la estructura militar y civil de 1985, todavía la semana pasada hubo audiencias para dictar penas y hace dos semanas el nieto 133 fue recuperado por las Abuelas en esa incansable lucha de devolverle la identidad a las hijas e hijos nacidos de personas en cautiverio y apropiados por jueces de la dictadura, por policías y militares, que les mintieron sobre la identidad de sus verdaderos padres.

Esperamos que Argentina 1985 sea exhibida en los cines hondureños y cuanto menos muy pronto en la televisión estatal y en canales alternativos, para que juntos sigamos reflexionando sobre los hechos y los hechores, para los cuales decimos siempre: ni olvido ni perdón. Buenas noches.

Editorial Voces contra El Olvido, sábado 12 de agosto de 2023