Los días que vienen

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Después del fracaso político del Presidente Hernández en 2014 en el Congreso Nacional, donde intentó imponer un mando paralelo sobre su Policía Militar, extrañamente entonces aumentaron las masacres de colectivos de personas en el país.

En la matriz de opinión pública se decía para entonces, no siempre en forma discreta, que la desproporcionada violencia que padecíamos era porque el Presidente no tenía un instrumento policial directo sobre la corrupta estructura de Casamata, que no podía controlar ni el poderoso Corrales.

Y así, empezaron la llamada depuración policial y nunca la terminaron. Y Corrales se fue, y todos nos cansamos de esa otra muzaraña que a la vuelta habría de fortalecer en número y recursos a la policía del presidente, y al ejército del presidente.

Hernández se apartaba, lentamente, del debate constitucional y pasaba mediante otros métodos silenciosos al control y subordinación de todos los mandos militares en general, al punto que en la actualidad ellos hasta predican la palabra del señor… Hernández. Y están ubicados de espaldas al país.

Después de la fuga voluntaria en 2015 de varios capos poderosos de Colón, Cortés y Copán hacia las cortes estadounidenses, el presidente Hernández hizo creer a la opinión pública que sufriría atentados contra su vida, la de sus amigos y patrimonios, precisamente por enfrentar a los narcotraficantes. Nada más falso que eso.

Nunca, hasta ahora, ni el todopoderoso Poder Judicial del Siglo XVI ni el aparato de inteligencia infiltrado en la población, han podido reunir prueba científica o páginas de facebook para inculpar a los Valles o a los Cachiros por atentar contra los Hernández… así como hicieron con Kevin.

Luego de la escaramuza mediática relacionada a su hermano Tonny Hernández, quien desapareció absolutamente de la escena pública, de nuevo el Presidente Juan volvió a desempolvar la noticia sobre la existencia de terroristas asechando su integridad física y la de su gobierno.

Pero nadie en Honduras conoció todavía a esos poderosos enemigos ideológicos, terroristas pertrechados con drones, satélites y lanza misiles, capaces de pulverizar a los acorazados del poder.

Pero el tema está ahí siempre, colgado, ronroneando debajo de las sábanas, como a la espera de otra ventisca para resurgir de entre los basureros mediáticos al servicio del continuismo.

No habría de pasar mucho tiempo, con la llegada de las elecciones primarias para elegir las candidaturas presidenciales dentro de los partidos políticos, el Presidente Hernández personalmente impulsa una reforma penal fascista para juzgar por terrorismo las manifestaciones sociales que él ya sabe serán violentas, vandálicas y dirigidas en su contra.

Aquí lo que estamos viendo realmente es la construcción siempre anticipada del Terrorismo de Estado, como ya ocurrió entre 1979 y 1992.

De lo que se trata es de usar las capacidades logísticas, financieras y de inteligencia del Estado para crear unos enemigos imaginarios cuyas acciones reales dan soporte ideológico al robo, la imposición y el saqueo por quienes están al mando.

Hernández quiere avanzar en esta recta final de su plan hacia el continuismo violento, usando la violencia del Estado; usando a los militares, que les encanta hacer este tipo de pantomimas, apoyados en estructuras clandestinas de pantalla que hacen el trabajo sucio. Y usando a los jueces, a los magistrados y a los periodistas, que también les encanta ser manipulados.

Es así y no de otra manera cómo podemos entender la militarización de Santa Elena, La Paz, en respuesta al Informe de Global Witness esta semana.

Nunca como en esta semana hubo más militares y sicarios civiles juntos en las Tejeras de Santa Elena, pero ni durante los juegos armados de 1969, todo por el hallazgo de pólvora negra en unas cuevas de piedra de hombres cromañones, que realizarían actos terroristas para tumbar los gobiernos de toda la región centroamericana…

En la época del Terrorismo de Estado entre 1979 y 1992, los militares y su 3-16 de entonces hacían cosas así espectaculares, sembraban evidencias que luego sus periódicos, televisoras y radios difundían en repetición para criminalizar personas, organizaciones y territorios. Y luego venían las persecuciones, desapariciones, torturas y asesinatos. Y luego, los jefes militares y políticos se enriquecían, compraban vacas y caballos, y terminaban predicando su evangelio según Luis Alonzo, o según san Rosuco. Canallas, vendepatria.

En Santa Elena, La Paz, no es cualquier cosa lo que ocurre. Y en general, en todo el departamento; ahí vive desde siglos el pueblo indígena lenca, que por medio de sus consejos indígenas, ejerce control de su territorio ancestral; lo defiende con sabiduría, espiritualidad, magia y santidad, ante la presencia de neofascistas blancos y mestizos despiadados que desde la cúpula del Partido Nacional y el Partido Liberal imponen la parcelación para sembrar minas, represas y militares.

No podemos quedarnos en silencio ante esta construcción de violencia estatal hacia el pueblo de Honduras. Por esta vía, los días que vienen serán de más dolor y sufrimiento colectivo.

Por eso destacamos aquí las sabias palabras de la coordinadora general del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), doña Bertha Oliva, en un acto realizado en la cabecera el miércoles con autoridades de la Unión Europea, de las Naciones Unidas y de gobiernos locales.

“Estamos aquí en el Territorio Lenca de La Paz para contribuir a las soluciones que reclama este pueblo, que ya resistió la colonización de 1500, las guerras de 1910 y la neo colonización de nuestros días, dijo Bertha.

Y agregó. Estamos aquí para construir puentes entre las organizaciones, las instituciones y las agencias. Y hemos venido para apoyarnos. No estamos aquí para levantar muros entre unos y otros. Ni para darle cuerda al racismo y a la exclusión en perjuicio de este pueblo indígena. Ni para invocar la ley del más fuerte ni recurrir a la descalificación como método de muerte cruzada. Estamos aquí para servir.

En el momento de las aclaraciones, la coordinadora del Cofadeh, dijo con voz segura: Nosotros no estamos en la capacidad de repartir bolsas de comida ni bonos ni puestos de trabajo entre la gente. Ni somos competencia partidaria para nadie en este tiempo de campaña ni venimos a generar un debate electoral con estos temas. Pero no somos ingenuas. Nos importa la Política como la capacidad de generar soluciones. Como una herramienta de Poder para el cambio.

Y, entonces, Bertha, fue específica: La Política tiene que ver con la Ley de Ordenamiento Territorial, pero antes tiene que ver con el Convenio 169 de la OIT, que está sobre la Constitución. La Política tiene que ver con el derecho a la energía eléctrica y al desarrollo de los pueblos, pero antes tiene que ver con el derecho de los pueblos indígenas a su territorio ancestral, al respeto del Medio Ambiente y las Zonas Protegidas como Patrimonios de la Humanidad. La Política define la justicia, la seguridad y la paz. Es una herramienta para el desarrollo, no un medio para destruir ríos, imponer minas y dividir a las comunidades.

Aquello fue dicho allá en La Paz, y hoy lo repetimos aquí.