Masacre de El Tumbador no solo terminó con la vida de cinco campesinos, también con los sueños de sus hijos

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Trujillo, Colón.- En la comunidad Guadalupe Carney, ubicada en el municipio de Trujillo en el departamento de Colón, se encuentra la finca El Tumbador, lugar que fue testigo de la masacre de cinco campesinos el 15 de noviembre de 2010.

Sus calles aún de tierra, casas de bajareque, pisos sin cemento, en el patio de cada casa se puede ver algunas plantaciones de palma africana, las mujeres con el fuego encendido preparando el almuerzo, y a los niños, que a falta de posibilidades económicas que les permitan estudiar, se les escapan sus sueños haciendo mandados y a la vez no pueden olvidar de que tenían un padre, el que les fue arrebatado.

A pesar de que han pasado diez años desde que ocurrió el hecho, donde guardias de seguridad y sicarios, enviados por terratenientes y elementos del ejército, realizaron una emboscada a los y las campesinas que se levantaron muy temprano para trabajar la tierra, hecho que dejó cinco campesinos muertos.

Esos actos de barbarie dejaron luto y dolor en las familias, pero sobre todo les quitaron a sus hijos la posibilidad de crecer con un padre y a su vez la posibilidad de tener un futuro mejor, ya que las víctimas eran quienes llevaban el sustento a sus casas, por lo que las esposas tuvieron que tomar su lugar, siendo muy difícil lograr darles todo lo necesario a sus hijos, ya que el trabajo de ellas solo les da para medio comer, pero sobre todo les quitaron sus sueños de obtener un futuro mejor.

Casa campesino bajo aguan
“Yo recuerdo que cuando él iba a jugar, yo me iba detrás, le pedía cosas y él me decía   váyase para la casa, yo le decía, no papi yo quiero un churro, y él me daba todo lo que yo le pedía, entonces me decía váyase para la casa moi, y al rato llegaba con un montón de cosas para mí, él los quería a todos los hermanos y estaba alegre cuando yo nací porque yo era la única niña”, estas son las palabras de Maritza Acosta hija de Teodoro Acosta asesinado en la masacre de El Tumbador.

Maritza, que a sus trece años, su único deseo es seguir estudiando, pero al no tener a su padre, y lo que su madre le proporciona con lo poco que gana para su educación por la difícil situación que se encuentran, desde hace dos años tuvo que dejar la escuela.

“Yo no pude seguir estudiando, llegué hasta quinto grado porque mi mami ya no tuvo dinero para comprarme las cosas que yo necesitaba, yo sé que si mi papá estuviera seguiría estudiando, porque el haría lo posible por ponerme a la escuela y por qué yo fuera alguien en la vida, pero la pobreza que hay y al no estar mi papá, no hay para comprarme todo lo que yo necesito para ir a la escuela”.

Pero a Maritza no solo le hizo falta una figura paterna para que pudiera continuar estudiando, si no que también para que le diera el amor y cariño de un padre para que la guiara en todo el proceso de su vida, y aunque ella era muy pequeña cuando pasó todo, recuerda los momentos que pasaba con su padre a la edad de 4 años.

“Yo me sentía alegre, lo abrazaba, le daba picos y cuando él me llevaba al kínder y al regresar él me iba a comprar cosas. Siempre lo extraño mucho. Cuando yo me acuerdo de él le digo que lo amo, y sé que él está conmigo, porque yo lo quiero y lo extraño mucho”.

La adolecente también recuerda lo que pasó ese 15 de noviembre de 2010, donde le arrebataron a su padre. “Yo me recuerdo cuando ellos estaban muertos y estaba mi tía y yo le decía, tía quiero ver a mi papi, entonces llamó a unos hombres que abrieran el ataúd porque yo quería ver por primera vez, cuando yo lo miré, yo no lloré nada, pero si estaba algo triste. Yo miré que lo tenían bien remendado del estómago, después me fui para mi casa y mi mami estaba a todo llorar porque le dijeron que a mi papi lo habían matado”.

Otro de los niños que se quedó sin un padre que lo orientara debido a las injusticias que se cometen con los campesinos que se encuentran en procesos de recuperación de tierras es José Luis Salcedo de 12 años, no recuerda mucho por la corta edad que tenía en ese entonces, pero su madre le cuenta como era su papá.

“No sé mucho, yo quedé de 2 años cuando el murió, mi mami me cuenta que era una buena persona y que no se metía con nadie; ya las cosas así tienen que ser, si Dios quiere que se fuera, se tenía que ir. Me hace falta bastante, aunque no lo conocí, solo una vez me acuerdo de él, ese día estaba lloviendo y él me quería castigar, pero mi mami no dejó.

José Luis, al igual que Maritza, su sueño es continuar estudiando, “yo si terminé sexto grado, pero no pude entrara décimo, porque no hay dinero y por bastantes cosas, si mi padre estuviera, yo todavía estuviera en el colegio”, indicó el menor.

Gente de El TumbadorOtros jóvenes no tuvieron la posibilidad de continuar estudiando porque tuvieron que dedicarse a trabajar para poder colaborar en sus casas para poder salir con los gastos, uno de ellos es Darvin Isaías Acosta de 20 años, hijo de Teodoro Acosta, que al ver la situación de su madre y que su padre ya no estaba, se dedicó a trabajar.

“Yo no pude seguir estudiando porque no tuve el apoyo de nadie, solo de mi mamá y ella a penas conseguía para mantener a mis otros hermanitos, por todo eso decidí mejor salirme de mi casa e irme para donde un tío que me apoyó, me enseñó a trabajar, porque en ese tiempo nosotros quedamos solos y le doy gracias a Dios porque me fui para allá, donde aprendí hacer mis cosas, no anduve vagando”.

Darvin regresó a la comunidad de Guadalupe Carney para seguir apoyando a su madre con su trabajo, pero la difícil situación de la zona y del país, no le permite obtener un buen empleo y como muchos otros hondureños decidió probar suerte en otro país, por lo que emprendió la ruta migratoria con rumbo a los Estados Unidos, pero no tuvo suerte.

“Yo entré a México, pero llegando a Tapachula me agarraron, hasta allí llegué. Luego nos mandaron a la prisión de Oaxaca y ahí estuve un día y después me mandaron para migración   a hacer mí papeleo para mi deportación, y gracias a Dios llegué bien, pero la situación para nosotros no ha cambiado”.

“Tuve que irme por las necesidades y también ir a probar suerte a ver que me deparaba el destino y así poder seguir adelante, vivir un poquito mejor, no pasar toda la vida así como vivimos, pero algún día Dios nos lo va conceder y lo vamos a lograr”, finalizó.

Las viudas de Raúl Castillo, Ignacio Reyes, Teodoro Acosta, Ciriaco Cárcamo y José Luis Salcedo Pastrana, han tenido que salir adelante solas para mantener a sus hijos, algunas de ellas han desarrollado enfermedades después de lo sucedido, pero aun así no se han rendido.

Cabe mencionar que en el ataque resultaron heridos varios campesinos, y varias de las campesinas también fueron víctimas de ataques psicológicos y físicos.

El caso, actualmente fue presentado por el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), porque en Honduras no se ha hecho justicia por esta barbarie cometida contra los campesinos en el Bajo Aguán, donde cinco fueron vilmente asesinados.