Sangre de mártires, semilla de libertad

El 5 de julio del 2009 fue una jornada histórica para Honduras. Una multitud nunca antes vista se dirigió hacia el aeropuerto Toncontín en Tegucigalpa, donde el presidente Manuel Zelaya iba a aterrizar después de haber sido derrocado y desterrado por un golpe de estado.

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Silvia Mencías | Foto: Giorgio Trucchi

Giorgio Trucchi

Ni el gobierno de facto de Roberto Micheletti, ni los militares y los policías pudieron detener esa avalancha humana que se adueñó de las calles de la capital, exigiendo el regreso del presidente y el restablecimiento del orden constitucional.

Y mientras el avión proveniente de Nicaragua sobrevolaba la ciudad y el régimen cruzaba camiones en la pista para impedir el aterrizaje, el plan asesino del régimen espurio tomaba forma.

Comenzó la balacera contra los manifestantes. El primero a caer fue el joven Isy Obed Murillo Mencías, de 19 años, alcanzado en la nuca por un disparo, quien se convirtió en el primer mártir de la resistencia contra el golpe de Estado.

Diez años después, en el mismo lugar donde Isy cayó, un imponente operativo militar impidió al pueblo hondureño y a la familia del joven recordar su sacrificio y el de las decenas de víctimas que quedaron sin justicia.

Su mamá, Silvia Mencías, recuerda aquel trágico día.

“Los recuerdos duelen. Para mí que soy su madre no es fácil hablar de él. Han pasado diez años y el dolor sigue intacto. Su recuerdo lo guardo aquí en el corazón.

Isy era un joven ejemplar, comprometido con la lucha contra el golpe. Nosotros le enseñamos a ser socialmente activo, a defender al pueblo”.

Aquel día, el joven se levantó temprano y pidió a su mamá que le diera una taza de café con pan. Luego salió con su papá y sus dos hermanos rumbo al aeropuerto.

“Era domingo y yo estaba en la iglesia. Cuando terminó el culto comencé a llamar a mi marido para saber cómo estaba la situación en el aeropuerto.

Estuve llamando varias veces pero a partir de las cuatro ya nadie me contestó. Estaba desesperada. Seguí intentando hasta que finalmente pude hablar con Christian, mi hijo mayor”.

Silvia recuerda que el muchacho estaba llorando. Le dijo que él estaba bien y que se encontraba junto a su papá y a su otro hermano Byron.

– ¿Christian por qué llorás?
– Ay mami…
– ¿Qué tenés? ¿Estás herido? ¿Dónde estás?
– No, estoy bien. Estoy aquí con mi papi y Byron.
– Y dónde está Isy?
– Ay mami, Isy…
– ¿Qué pasó con Isy?
– Mami, que le diga mi papi…

David Murillo agarró el teléfono.

– Mira amor, ahora tenemos que ser fuertes, pero a Isy lo mataron…

“Ese fue el momento más duro de mi vida y la prueba más grande a la que me he enfrentado. Y lo que más duele es que su asesinato quedó en total impunidad.

Nosotros tenemos diez años exigiendo justicia. Saber que tu hijo está muerto y que nadie hizo nada para encontrar al asesino abre más la herida.

Nos sentimos impotentes ante tanta barbaridad e injusticia”.

Silvia Mencía mira a su alrededor y apunta con su dedo hacia los militares listos para reprimir.

“Mire, mire que montón de militares reprimiendo al pueblo. ¿Qué daño estamos haciendo? ¡Fueron ellos que asesinaron a mi hijo, justo en este lugar!

Honduras está cada día peor. Juan Orlando (Hernández) dice que vivimos en un paraíso.

Nosotros sabemos la verdad. Siguen reprimiendo, encarcelando y asesinando a jóvenes.

¡Él es el responsable de lo que está pasando, y no habrá perdón!”.