Por: Sandra Rodríguez y Cesario Padilla*
Tegucigalpa, Honduras. – Era la tercera vez que se dictaba “Estado de Sitio” en Honduras: Las calles estaban vacías de personas, pero inundadas de gases lacrimógenos lanzados por la policía y militares para disuadir y atacar a miles de manifestantes que, desde hace tres días estaban exigiendo respeto por la dignidad nacional.
El calendario marcada jueves 07 de abril de 1988, hacía falta un hondureño, Ramón Matta Ballesteros, extraditado el martes 05 hacia los Estados Unidos. La voz de reclamo se alzó desde la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), y junto a los y las estudiantes se unió el pueblo molesto por considerar la figura de extradición una violación a la patria, pues no estaba contemplada en la legislación hondureña.
La década del terror no terminaba su cacería de liderazgos sociales, faltaban estudiantes, artistas, maestros, sindicalistas… Estas acciones formaban parte de la instalación de la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN) en el país, por el gobierno estadounidense de Ronald Reagan, bajo la excusa de “combatir el comunismo en Centroamérica”.
Tras la captura de Matta Ballesteros, se desarrolló una serie de manifestaciones en la capital Tegucigalpa y la ciudad de San Pedro Sula en la costa norte, el acontecimiento quedó plasmado a través de textos e imágenes en la prensa local hace treinta años.
Este hecho desencadenó la indignación de la ciudadanía. Una de las acciones más recordada por sobrevivientes de la década de los 80, fue la quema de la Embajada de los Estados Unidos con sede en Tegucigalpa, la noche del 07 de abril de 1988.
30 años después, hemos encontrado testimonios de hombres y mujeres que sobrevivieron al terror y que decidieron compartir para este especial, sus recuerdos, la participación en las jornadas de lucha que llamaron “El Día de la Dignidad Nacional”.
Félix Cesario: Los abusos, atrocidades y barbarie no paran; solo cambian de “Ambassador”
Sentado al pie del monumento al General “Francisco Morazán”, en el Parque Central de Tegucigalpa, el poeta y periodista Félix Cesario afirmó que ese siete de abril de 1988 es una fecha en la que “los norteamericanos no deben olvidar que, aquí el pueblo hondureño tiene un odio contenido contra las atrocidades y barbarie que le dan poder a los presidentes que ellos imponen en este país”.
A su más de 70 años, para él no es difícil regresar hacia aquella jornada en defensa de la soberanía nacional. Aunque las repercusiones por su activismo sindical en la UNAH lo llevaron a ser desaparecido temporal en agosto de 1983.
Bajo el sol de un mediodía de sábado, encendió un cigarro y en su relato denunció que “el abuso continúa”, al tener cerrada toda una calle (boulevard “Los Próceres”) para la construcción de diferentes oficinas dependientes de la Embajada de los Estados Unidos, que se realiza todo esto con la venia del Alcalde Capitalino Nasry “Tito” Asfura, del oficialista Partido Nacional.
La ciudad está repleta de lugares como el Parque Central, los cuales son escenarios donde el movimiento social y popular hondureño alza su voz a lo largo del tiempo en defensa de sus conquistas, de los derechos humanos y de la soberanía nacional, como en aquellos días.
Félix Cesario, hoy maestro universitario jubilado, apuntó que en estos 30 años -después de lo que llama “Abril heroico”- lo que ha cambiado en Honduras “sólo son los presidentes de este país y los embajadores estadounidenses”.
Pero “la política de endurecimiento e imponer las medidas económicas más groseras con un modelo neoliberal que le ordenan al ‘que se dice’ presidente de este país, continúa, no cesa”.
La dignidad nacional, a criterio del escritor, era la defensa del artículo 102 de la actual Constitución de la República, que en ese momento no había sido reformado y textualmente decía “Ningún hondureño puede ser expatriado ni entregado por las autoridades a un Estado extranjero”.
Entre los momentos previos a la movilización del 07 de abril, fue una serie de convocatorias hechas por el entonces rector de la UNAH y actual diputado al Congreso Nacional por el oficialista Partido Nacional, Oswaldo Ramos Soto, a través de Radio América.
Convocó ese martes (05 de abril de 1988) a los estudiantes de la UNAH para movilizarse y quemar la Constitución de la República en los bajos del Congreso Nacional. El miércoles 06 ya era público en la Universidad. El FRU (Frente de Reforma Universitaria), la FUR (Fuerza Universitaria Revolucionaria), el sindicalismo, el magisterio, estudiantes de la pedagógica (Universidad superior del Profesorado) habíamos acordado hacer nuestras propias acciones, continuó en su relato.
Ramos Soto, entonces rector de la UNAH, el jueves 07 volvió a convocar para quemar masivamente la Constitución de la República, “miles de estudiantes obreros y patriotas nos convocamos en las cercanías del Hospital Escuela, unos decidimos ir a la Embajada y el rector decía al Congreso. Nos pusimos las pañoletas rojo-negro y nos fuimos la mayoría a la embajada”.
En una gasolinera se opusieron a vender combustible a los manifestantes, “lo digo con orgullo, la sacamos de un carro y les dijimos que si no nos vendían combustible la incendiábamos, el dueño nos dejó la gasolinera a disposición”.
Una vez incendiado el consulado y lo demás, el primer carro quemado era un gris que llevaba armas, unos uzis, era un zedán. Los soldados de la embajada huyeron y dejaron solo el edificio. Cerca de dos horas estuvimos allí y ni un solo militar se acercó.
A eso de las 5:30 de la tarde me fui, llegué a Café Paradiso, frente al cuartel San Francisco, en el centro de Tegucigalpa. Rigoberto Paredes –el propietario- no solo lo escondió, sino que le dio 200 lempiras para que se fuera en taxi, temía que lo fueran a matar. “Es el mejor homenaje que me han hecho”, afirmó mientras seguía sentado en la plazoleta símbolo de ese abril, que le permitió vivir para hoy contar y escribir parte de la historia. A lo lejos había una columna de humo, esa la cede gringa en llamas.
Silvia Castillo: “Estoy muy satisfecha de haber participado ese día”
Desde el parque La Merced en el centro de Tegucigalpa, Silvia Castillo, se fue con sus recuerdos 30 años antes, siendo estudiante de la carrera de Letras de la UNAH, se organizó en la Fuerza Universitaria Revolucionaria (FUR).
Para la hoy maestra de secundaria, aquella manifestación en defensa de la soberanía nacional era producto de la indignación por lo hecho a un ciudadano hondureño (Ramón Matta), que debió ser juzgado en su país, ya que no había en aquel momento tratado de extradición.
“Salíamos a movilizarnos desde la UNAH y la gente se unía en el transcurso del camino. Desde entonces levantaron murallas en torno a la Embajada –similar a lo que sucedió en el marco del golpe de estado del 2009, con muchos edificios de la banca y comercio- “, comparó la profesora de letras.
Ese 07 de abril, “cuando le metimos fuego a la Embajada”, se desató una cacería contra aquellas caras visibles y quienes se encontraran en los alrededores del consulado estadounidense, hubo secuestros, capturas, torturas, disparos y muertos.
Al día siguiente, justo donde al momento de esta entrevista estaba sentada, (El Parque La Merced o plaza de Los Desaparecidos), recordó que, “la población seguía tan molesta que, si pasaba cualquier persona blanca y rubia le echaban carrera porque creían que eran ‘gringos’ y les decían ‘fuera gringos’ ‘go home´”.
Después hubo una represión en esta zona -señaló el área con sus manos-, y junto a otro compañero universitario salimos corriendo porque nos perseguían y disparaban, vi caer gente en La Peatonal (Paseo Liquidámbar), un muchacho fue asesinado.
Castillo logró huir de las balas militares, al entrar al restaurante “Las Camelias” donde terminó en la cocina lavando platos. “cuando el dueño me vio, se extrañó y me preguntó ¿’y usted muchacha quien la contrató?, le dije que ahí estaba lavando platos”. Seguía el toque de queda, y por tres horas esperó escondida hasta agarrar un bus de la colonia La Peña- La vega, que la dejó en Plaza Miraflores.
Dentro del grupo de universitarios y universitarias que participaron en la gesta, la profesora Castillo mencionó a Sergio Castellanos, Silvia Ayala, Sergio Rivera, Mario y Mirna Urquía, Mario Ramiro Lobo y Juan Carlos Munguía.
“Salíamos contados y regresábamos contados, éramos una Fuerza Revolucionaria que se respetaba en los 80”, destacó.
Era un ambiente de dictadura, los y las universitarias no tenían miedo, participaron en esa quema, salían a cualquier lado, “desafiábamos el miedo, igual como lo hemos hecho en el marco del golpe de estado del 2009”.
En cuanto al manejo de las noticias, Castillo notó que los medios de comunicación no emitían mucha información, a diferencia en la actualidad se cuenta con medios y periodistas consientes.
“Vivimos la desaparición forzada de Roger González (19 de abril) con mucha indignación pero que le metimos fuego a esa embajada de los EEUU, sólo como dos países han hecho eso y Honduras es uno; Y yo estoy muy satisfecha de haber participado ese día” finalizó Silvia Castillo, al mismo tiempo que se suspendía el histórico plantón que realiza el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), el primer viernes de cada mes, por la memoria de los detenidos desaparecidos de los 80.
Sergio Rivera: No hay que olvidar nunca ese “abril heroico”
El exdirigente magisterial y catedrático universitario Sergio Rivera hizo una crónica de lo ocurrido hace 30 años, fiel a sus vivencias y siendo estudiante de la escuela Superior del Profesorado, relató la gesta con algunos de los siguientes párrafos.
“Estudiantes Universitarios iniciaron una movilización a los bajos del Congreso Nacional desde las 4 de la tarde, allí se sumarían estudiantes de secundaria aglutinados en varias organizaciones como el MEP, FAR sumando más tarde a los Estudiantes de la Escuela Superior del Profesorado, quienes realizaron una gigantesca manifestación rumbo a la embajada Norteamericana”.
Ya en la sede de la embajada estadounidense, rememoró el incendio tanto de la caseta de vigilancia como de los vehículos estacionados en la sede diplomática. Fue así como guardias de la compañía “Halifax” dispararon contra los manifestantes, suma el relato del entonces dirigente estudiantil y amigo de Roger González.
Por la ráfaga de disparos hechas por los guardias de seguridad, fueron asesinados varios estudiantes que Sergio Rivera nombra en su relato: “Henry Napoleón García Marcía, Fredy Alberto Pineda, Rolando Erazo, Amílcar Agüero Cruz y Yolani Medina”. Oficialmente sólo se habló de dos estudiantes Henry Napoleón y Fredy Alberto, ambos de la Escuela Superior del Profesorado, incluso la noticia era compartida en los periódicos locales, pero estigmatizando a los manifestantes.
Tegucigalpa amaneció el viernes ocho con “Estado de Sitio”. Esa mañana las instalaciones de la Escuela Superior del Profesorado fueron ocupadas por fuerzas militares por más de 20 días, destruyendo en su interior la biblioteca y sedes estudiantiles.
Rivera tiene marcada en su mente y sus recuerdos una fecha 19 de abril de 1988, cuando capturaron al dirigente de la Federación de Estudiantes de Segunda Enseñanza (FESE) Roger Samuel González Zelaya.
Según declaraciones de altos mandos de la Fuerza de Seguridad Pública (FUSEP) y la Dirección Nacional de Investigación (DNI), la policía reconoció tener en su poder al joven de 23 años, pero luego desmintieron tal versión, “El Flaco” como aún lo llama Sergio, pasó a engrosar la lista de desapariciones forzadas en el país, y después de 30 años el gobierno no responde ¿Dónde está?
La gesta de ese “abril heroico”, mencionó Rivera no debe olvidarse nunca. “Fue en defensa de la Soberanía Nacional y la dignidad popular, esta última “que se ha diluido en el espacio y el tiempo de esta Patria nuestra usurpada, violada y saqueada”.
Como el exlíder estudiantil de aquella época finalizó su relato, lo copiamos íntegro. “Fidelidad a nuestros mártires”.
Silvia Ayala: El poderío de un imperio que terminó en llamas
Se cumplió tres décadas de aquellas protestas, no se habla abiertamente del tema, por lo que la abogada Silvia Ayala, considera que como algo “que se ha pretendido mantener oculto o en el olvido”, en referencia a los hechos de abril de 1988.
Esos hechos la llevan a su vida universitaria, ella era estudiante de la UNAH y para frenar la concentración estudiantil, no se impartieron clases luego de la quema de la Embajada estadounidense.
Ayala subrayó que “la comunidad Universitaria tuvo una beligerante participación”. Había voces que salían de la Facultad de Derecho en la UNAH, y otras carreras, se conjugan en un solo grito con el resto de la población que demandaba el respeto a la Constitución de la Republica.
“Las voces salían por que la soberanía patria había sido mancillada con la expatriación de un hondureño, cuando expresamente la República lo prohibía”.
“Es poco lo que se menciona de esa jornada, pero fue mucho lo que significó que el pueblo hondureño, los y las estudiantes llegáramos hasta esta sede que representa el poderío del imperio de EEUU como es su embajada y que terminara en llamas”, precisó Ayala, exdiputada al Congreso Nacional.
Al ver 30 años después, creo que son contextos bastantes diferentes, incidían en dos situaciones –a mi juicio- al primera era el alto grado de militarización, en los 80 el papel de las Fuerzas Armadas de Honduras, era bastante protagónico, represión fuerte, la época de los desaparecidos, persecución de dirigentes sindicales y estudiantiles.
Añadió que, en la actualidad, los liderazgos ya no son sindicales u obreros, sino el resurgimiento de lo que el movimiento estudiantil universitario. Ellos y ellas son las nuevas voces que se levantaban para demandar justicia y respeto a los derechos de la población, son otros actores que se mantienen vigentes las demandas y un pueblo que se niega a seguir con una bota militar encima, a seguir siendo reprimido. Otro aspecto que la juventud explota para mantener la lucha es el uso de la tecnológica con las redes sociales que abona a la liberación del país.
Bertha Oliva: no es hacer pedagogía, recordarlos es inmortalizarlos
El Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH), a 30 años de la quema de la Embajada, mantiene esa lucha por la dignidad patria como parte de la memoria histórica, y eso no es hacer pedagogía e ir a cansar a la población, son actos, es recordarlos, traerlos para inmortalizar a los que fueron víctimas, elevar y dar a conocer quiénes fueron ellos y ellas, afirmó su coronadora general Bertha Oliva.
Llegando al momento de la desaparición de Róger, la histórica defensora de derechos humanos afirmó que “Los que cometieron el delito de la desaparición de Roger González”, que en su mayoría andan vivos entre puestos de poder temas de seguridad que el pueblo va a olvidar, esa es nuestra estrategia, no un simbolismo.
Hay que hacer el esfuerzo desde los familiares y quienes creemos en la dignidad humana tenemos que hacerla, porque no podemos sólo entrar en el tecnicismo y el discurso de derechos humanos, y eso es lo que quieren, hay que saber hacer las cosas, pero sin olvidar el pasado, porque el pasado nos lleva al futuro y nos trae al presente.
En los actos de abril de 1988, Bertha Oliva guarda un almacén de rostros, nombres y personas que están y otras que ya no están, y que se recuerdan siempre en presente. Hay que traer de la gente las cosas hermosas que dieron y aportaron, y así se aprende a valorar la lucha de cada persona.
“Es difícil llegar a esa plenitud de la vida, porque no todos hacen y pueden todo, es la contribución colectiva que hace posible los esfuerzos. Entre los nombres hay funestos que recuerda porque si ellos no hubiesen estado, no hubiera sucedido lo que pasó; pero hay nombres grandiosos de jóvenes que se les vio sonreír y actuar, y de repente las apartaron y uno debe entender que ya no están”, evocó con nostalgia entre sus palabras, mirada y memoria.
He visto crecer también a muchos y muchas jóvenes y celebro que muchos que estuvieron hace 30 años acompañando el grito libertario de Roger, acompañando el alza de su puño fuerte en aquel tiempo eran jóvenes, ahora ya están viejos o viejas, pero es tan hermoso saber que siguen con los mismos ideales y que enfrentan el mismo riesgo porque no han cambiado su pensamiento, porque ni sus sueños, los de Roger y de tantos no han sido cumplidos.
Imagínese -compartió Oliva- cuando yo escucho al viejo Félix Cesario, ¿Cómo mantenerse con ese grito libertario? Después de ser un sobreviviente que sufrió lo que es la dictadura para decir un nombre.
Traigo a mi mente otros nombres a un Sergio Rivera que no ordenaba, ese acompañaba, militaba en el grupo del cual Roger desapareció, que lo vi temblar, lo vi llorar, pensar, pero la convicción de cambios y uno va creciendo y haciendo cosas lindas.
Desde COFADEH menciono dos pero es una cantidad de gente y que se puede resentir que han contribuido a la memoria y han solado a la liberación del pueblo y los ha puesto en eminente peligro, es grandioso recordarlas y recocerlas, tenerlas, como podemos decir que no se ha hecho un trabajo hermosos, como lo que hace el Sindicato de Trabajadores del Patronato Nacional de la Infancia (SITRAPANI), para no dejar caer la memoria de Gustavo Morales y Rolando Vindel (detenidos-desaparecidos 1984), para ellos, esto se construye en una relación de amistad, profesional complicadas, finalizó Bertha, esposa del líder social Tomás Nativí (detenidos-desaparecidos 1981).
Los nombres y las acciones quedan en la memoria de quienes sobrevivieron para contarla. En estos 30 años, el recuerdo es la dignidad permanente que enaltece la vida de quienes accedieron a relatar su experiencia ese 07 de abril. A decir de Silvio Rodríguez, en su canción “El papalote”, para quienes ya no están más que en el grito y sed de justicia “Será por todo esto que mi memoria se empina a ratos como tus papalotes, los invencibles, los más baratos…”
*Periodista y defensor de DDHH, actualmente labora para el periodico digiltal www.conexihon.hn del Comité por la Libre Expresión (C-Libre)